A dos minutos del adicional, el árbitro Martínez -después de un pésimo desempeño- debió parar el partido por pedido de la policía tras la rotura de la tela olímpica. Pero lo peor llegó después, cuando a pocos minutos del reinicio del encuentro se desató la violencia no sólo entre parcialidades sino entre protagonistas, dejando una vez más una mancha en el ámbito futbolístico de Mendoza.
El partido
La impotencia de la derrota anterior y la consecuente violencia tuvo un principio. Gutiérrez salió desesperadamente a comerse la cancha, porque -con harta presencia en anteriores ediciones del torneo más federal del país- no podía dejar pasar esta última oportunidad de continuar en carrera.
El Celeste tuvo que mentalizarse a jugar con sacrificio, ‘desangrarse’ por revertir un marcador que venía del primer chico. Sin embargo, Montecaseros -con el marcador arriba y siendo local- se resguardó atrás, agazapado y esperando el mínimo error para salir a golpear duro y abajo.
Así, entre uno que esperaba y el otro con serias necesidades, pasó el primer tiempo para el olvido. Fue un partido friccionado, con abundantes protestas de los jugadores y muchos acrílicos amarillos (15). Tanto que Luis Martínez se vio obligado a expulsar a Pizarro, por lo que para el complemento Gutiérrez superó en número pero no en inteligencia ni en suerte al local. El Celeste vio pasar el tren y fue Montecaseros el que festejó por hacer historia.
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